Nos dejamos arrastrar en esta rueda sin protestar, sin arriesgar, sin desviarnos de lo previamente establecido, de la cordura, de lo moralmente bien visto… Cada vez más deprisa, cada vez más prisas. Y no lo cuestionamos. No nos da tiempo.
Adquirimos una aterradora conciencia de ver pasar la vida ante nuestros ojos a una velocidad vertiginosa y, la gran mayoría de la gente, casi siempre al final, mira hacia atrás y descubre que no ha hecho prácticamente nada.
Pero en esta rueda hay unos cuantos humanos que hacen cosas. Unos pocos individuos que se atreven, que luchan, que aportan, que proponen. Gente que invierte su tiempo en hacer del mundo un lugar mejor.
Mujeres y hombres que tienen la fuerza necesaria para frenar, tumbar o cambiar la dirección de esta gran rueda.
Este espectáculo es un canto a gritos a la libertad, una llamada para derrotar la apatía, una necesidad de despertar.
Nadie mejor que artistas de circo para demostrar que volar y soñar es posible. Tan sólo hay que atreverse a dar un salto mortal. Y un músico, en directo, va creando la banda sonora.